El reino de los cielos se acerca, ¿de verdad te has arrepentido?

Reflexiones cristianas | El reino de los cielos se acerca, ¿de verdad te has arrepentido?

El Señor Jesús dijo en una ocasión: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). De esto se puede ver que solo aquellos que logran el verdadero arrepentimiento pueden entrar en el reino de los cielos. Entonces, ¿qué es el verdadero arrepentimiento? Mucha gente considera que con que oren y confiesen sus pecados ante el Señor, practiquen la tolerancia, la humildad y la paciencia, sufran y carguen con la cruz y tengan muchas buenas obras, esto es genuino arrepentimiento. ¿Es tal punto de vista realmente correcto? Aunque ahora tenemos algunas buenas conductas, a menudo podemos pecar y resistirnos a Dios. Dios dice: “[…] seréis, pues, santos porque yo soy santo” (Levítico 11:45).

Dios Todopoderoso dice: “Tú sólo sabes que Jesús descenderá durante los últimos días, pero ¿cómo lo hará exactamente? Un pecador como alguno de vosotros, que acaba de ser redimido y que no ha sido cambiado o perfeccionado por Dios, ¿puedes ser conforme al corazón de Dios? Para ti, que aún eres del viejo ser, es cierto que Jesús te salvó y que no perteneces al pecado gracias a la salvación de Dios, pero esto no demuestra que no seas pecador ni impuro. ¿Cómo puedes ser santo si no has sido cambiado? En tu interior, estás cercado por la impureza, egoísta y miserable, pero sigues deseando descender con Jesús; ¡tendrías que tener tanta suerte! Te has saltado un paso en tu creencia en Dios: simplemente has sido redimido, pero no has sido cambiado. Para que seas conforme al corazón de Dios, Él debe realizar personalmente la obra de cambiarte y purificarte; si sólo eres redimido, serás incapaz de alcanzar la santidad. De esta forma no serás apto para participar en las buenas bendiciones de Dios, porque te has saltado un paso en la obra de Dios de gestionar al hombre, que es el paso clave del cambio y el perfeccionamiento. Tú, un pecador que acaba de ser redimido, eres, por tanto, incapaz de heredar directamente la herencia de Dios”.

Extracto de “La Palabra manifestada en carne”

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